«Mientras cenaban, tomó un pan, pronunció la bendición,lo partió y se lo dio diciendo: “Tomadd, esto es mi cuerpo”» (Mc 14,22)

El pan que es la propia vida. Partir, repartir y compartir lo que uno tiene, lo que uno es, lo que uno sueña y siente. Dar tu fuerza y tu debilidad, tu ilusión y tu abatimiento, tu canto y tu silencio. Dar tu tiempo y tu mirada, tu riqueza y tu nada. Darte cada día. 

Es lo que haces tú: el Hijo del Hombre; el Hijo de Dios, el Dios de rostro humano; el hombre cuya vida habla de Dios. Tú mismo te conviertes en don, en entrega, en regalo. Qué sorprendente forma de actuar en un mundo de brazos cerrados, donde, quien más quien menos, todos nos reservamos mucho.

  •  ¿Quién se da? ¿Quién se da en mi mundo, en mi entorno?
    ¿Cómo puedo partirme y compartirme cada día un poco más?

 

MI CUERPO ES COMIDA

Mis manos, esas manos y tus manos
hacemos este gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en tu muerte y en tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
ciudad de Dios, ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen 
nos convoca a ser contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de tu memoria,
marchamos hacia el reino haciendo historia,
fraterna y subversiva eucaristía

Pedro Casaldáliga.

 

<<Lavar los pies         Besar sin amor>>