Acabo de ver un episodio de una serie de médicos. Uno de los personajes principales de la serie, un cirujano, se enfrenta de nuevo a una operación después de meses luchando por volver a operar, a curar… por culpa de un accidente que le produjo una lesión en una de las manos que le impidió durante muchos días realizar su trabajo. Con toda la emoción del momento el cirujano entra en el quirófano, todo su equipo lo recibe con un aplauso y se quedan todos esperando la frase que dice cada día: «Un bonito día para salvar vidas…»

Y esa frase se queda en mi y resuena con fuerza… quizás se trata de una frase que nos podíamos regalar cada día, ser conscientes cada uno que es un bonito día para salvar vidas. No se trata de ir de héroes, de salvadores... sino de caer en la cuenta de que Dios nos ha dado mucho poder, y mucha responsabilidad. Y de ser conscientes de la influencia de nuestros actos en los demás, cosas sencillas, insignificantes en momentos, intensas en otras ocasiones, pero acciones que ayudan a salvar vidas, de maneras diferentes: a veces solo con nuestra presencia, haciendo un gesto en el momento oportuno, una sonrisa que llena de esperanza lo imposible… y es que cada día deberíamos decirnos al levantarnos: «un bonito día para salvar vidas.»