"Otra vez ellos". "No deberían de entrar en Europa". "No son de fiar". "¿Hasta cuando hay que aguantarlos?" Es lo primero que oigo cuando hay un atentado. Estas y otras muchas frases recurrentes son las que achacamos hoy a los musulmanes el día que ha habido un atentado en Londres frente al Palacio de Westminster.

Y todo esto ocurre un día en el que en el evangelio Jesús habla de dar plenitud. Cuando uno oye esa invitación a la plenitud, es fácil darse cuenta de que dejándote llevar por los comentarios estás haciendo justo lo contrario de lo que propone el evangelio.

Ante situaciones convulsas debemos ser los cristianos los primeros en no caer en esta rutina de comentarios. A nadie nos gusta que nos achaquen las maldades que hacen unos cuantos. Pero en nuestra mano está no caer en esa misma dinámica con otra gente, ya sean musulmanes o cualquier otro colectivo. ¿De verdad somos valedores de las divisiones y confrontaciones?

Dar plenitud es llevar desde el corazón nuestros actos. Pensar bien las palabras que decimos, ver que tienen un efecto, pero sobre todo, tratar de ir uniendo la voz con el corazón. Saber ser críticos, pero justos con el prójimo. Hay que limitar todo aquello que si viniese hacia nosotros, no sería plato de buen gusto.

Dar plenitud es no generar violencia en nuestro ámbito. Tratemos de evitar crear rechazo sin sentido con comentarios y acciones gratuitas que nos salen de primeras y muy fácil. No aporta nada, ni a nosotros ni al resto.

Dar plenitud es saber dar una nueva perspectiva a las cosas que pasan desde nuestro hacer y nuestras palabras, donde trabajemos por acercarnos más al otro.