Hay un mito de un joven llamado Narciso que descubrió su hermosura al contemplarse en un lago. Pasaba horas y horas mirándose, sin registrar que pasaba el tiempo, sin registrar sus necesidades. Tenía hambre y sed. Podría haberse saciado bebiendo en sus transparentes aguas.

Pero tan enamorado estaba de su imagen que quiso abrazarla y se arrojó a las aguas. Nunca más se supo de él... La leyenda dice que una bella flor lleva su nombre.

Podemos ser Narciso. De selfi en selfi, buscándonos a nosotros mismos. Enamorados de la mismidad. De hecho self significa «yo», más específicamente: «sí mismo».

Y también podemos acercarnos a la fuente buscando el amor. Aunque el amor verdadero solo se da con un otro distinto. El otro es el que me revela que estoy allí. Es muy importante reconocer que somos seres necesitados. Necesitamos registrarnos, cuidar de nosotros mismos, saciar nuestra sed natural, de afecto, de vínculos, de Dios.

Narciso no pudo reconocerlo y desfalleciendo se arrojó, en lugar de beber. Muchas veces nosotros nos lanzamos detrás de amores incompletos, sin reconocer lo que necesitamos. Porque un amor que ahoga, mata. En cambio, el amor verdadero nos da vida. El amor es salir de sí mismo. Está más allá de mí. 

Y además el amor verdadero nos hace bien. El amor verdadero nos salva.