Mamerto Menapace, en uno de sus libros nos cuenta una historia; a un joven que quería seguir a Jesús, le dicen que está en un bosque. Entonces se pone a buscarlo. Cuando lo encuentra, Jesús le pregunta que si quiere seguirlo. El muchacho dice que sí, y entonces Jesús, que estaba cortando cruces para sus seguidores, le da una de esas cruces y le dice que siga sus huellas, y se despide alegando que él  tiene que adelantarse. El muchacho coge la cruz, que tiene muchos nudos, y puntas de ramas que se le clavan. Entonces, aconsejado por el demonio, también coge el hacha, y después de caminar muchos días con la cruz incómoda, empieza a tallarla, quitándole todo lo que estorba, hasta que la convierte en una cruz llevadera y bonita. Cuando llega al Reino de Dios, Jesús le espera al otro lado de la muralla, y le dice que entre. El muchacho no sabe cómo traspasar la muralla, y Jesús le indica que usando su cruz a modo de escalera podrá subir. El muchacho le confiesa que, de tanto tallarla, la cruz se ha convertido en un colgante. Entonces Jesús le pide que vuelva sobre sus pasos y ayude a otro a traer su cruz, y así los dos  podrán entrar en el Reino.

Durante su camino el joven siente soledad, va solo, y la cruz es pesada; sin embargo él sigue caminando. El camino que comienzas ahora con la confirmación en ocasiones va a ser muy solitario, en ocasiones te cansará, y otras veces pensarás que es mejor evitar las dificultades y quitarles las esquinas para que sea más fácil caminar. Sin embargo, es un camino precioso y de una felicidad inmensa, si sabes caminarlo a la manera de Jesús.

Es un camino de entrega a los demás, en el que nos damos cuenta de que cada minuto que vivimos o cada acto que hacemos por los demás nos da una felicidad que es difícil de explicar y que llena el corazón de alegría. Es un camino de compartir, no sólo las cosas materiales sino sobre todo nuestro tiempo, compartir tiempo con nuestros padres, con los amigos, un tiempo profundo, un tiempo de confidencias que hará de nuestras relaciones, unas relaciones profundas y para siempre. Es un camino de impotencias, muchas veces nos vamos a encontrar con injusticias, en las que pensamos que poco podemos hacer, sin embargo estar en esas injusticias y ponernos del lado de los más débiles es el modo de caminar de Jesús. Es un camino de confianza, confianza en Dios Padre, confiar en que Él está siempre ahí con nosotros, y no nos abandona, ni siquiera en los momentos más duros en los que seguramente nos lleve en sus brazos. Es un camino que merece la pena, por las personas que te encuentras en él, por las alegrías que te da, y también por las cruces que van saliendo, las cuales muchas veces serán duras y se clavarán en todos los costados de nuestro cuerpo, y aún así serán cruces con las cuales seremos capaces de caminar juntos construyendo el Reino.