De ahora en adelante, las modelos demasiado flacas no podrán desfilar en Francia. Una ley que ya existe en países como España e Italia, por ejemplo, obliga a partir de ahora a las pasarelas a controlar el peso de las modelos, y a éstas, a presentar certificados médicos antes de desfilar.

Esta noticia, a simple vista, puede parecer positiva. Podemos caer en la aceptación fácil, aplaudir y respirar tranquilos (sobre todo, tranquilas) con este paso hacia el fin de la dictadura de la imagen. Incluso hay quien relaciona esta medida con el declive de la cosificación de la mujer en el mundo de la moda y el empoderamiento femenino. Sin embargo, caemos en el riesgo de dejarnos engañar con una práctica que ni siquiera pone un parche al problema. Esta disposición podemos y debemos mirarla con recelo ya que puede, simplemente, justificar y reforzar lo ya existente, así como también sentar precedentes respecto a un control exagerado y externo del cuerpo. Seamos críticos. Son las firmas quienes dictan los patrones. ¿Quién controla sus tallas? ¿Quién controla su publicidad? ¿Quién define lo que es un cuerpo sano en el mundo de la moda? ¿Cómo estandarizar medidas en constituciones físicas diferentes? ¿Se corresponden las medidas de las pasarelas con las del resto? ¿Qué seguimos encontrando en las tiendas?

Sea cual sea nuestro empleo, el cuerpo es siempre herramienta de trabajo. El cuerpo es don e instrumento y, como tal, debe de ser cuidado y respetado. Pero no nos dejemos engañar por noticias y medidas superficiales. El cambio que realmente necesitamos no es una norma que fije pesos aceptables en las pasarelas, sino la mudanza de mentalidad y comportamientos que traiga salud, aceptación social y seguridad a la persona, sea como sea y pese lo que pese.