Imagina que tienes la posibilidad de crear el país que tú quieres. Elegir desde la bandera y el himno, hasta la Constitución, la forma de gobierno… Pues algo así ha hecho un multimillonario ruso creando Asgardia, la primera nación espacial independiente. Lo original del proyecto es que se presenta como una nación espacial, esto es, los creadores prevén un momento en el que la vida en el exterior sea posible, en estaciones espaciales, e incluso creen que llegará el momento en que será la única vida posible y quieren llegar a ese momento organizados.

Cuando vimos la película Wall-e, de Disney, no pudimos sino sentir cierto nerviosismo, porque no veíamos tan de ciencia-ficción el futuro que planteaba una Tierra agotada, en la que la vida ha sido exterminada y nosotros nos hemos visto obligados a vivir esclavos de la tecnología en el espacio exterior. Siendo una película más o menos infantil no dejaba de contener una advertencia para los adultos.

Y es que a veces podemos pensar que ya no hay esperanza de mejora y solo nos queda embarcarnos en una carrera para desarrollar las tecnologías que nos permitan vivir como seguimos viviendo, pero en otro lugar. Y es quizás esta desesperanza la que debería preocuparnos. El futuro de la Tierra no pasa por huir de ella en busca de pastos mejores. No podemos fundar ahí nuestras esperanzas. Nuestra capacidad de imaginar mundos futuros mejores no pasa por la destrucción del presente, no es necesario partir de cero, si no del deseo de mejorar nuestro mundo, de hacerlo un lugar más cercano a nuestros ideales. Porque ahí reside la grandeza de nuestra imaginación, en la capacidad de soñar con altos ideales y trabajar para que nuestra realidad se parezca más a ellos, más que en la capacidad de tener un plan B, por si acaso.