Somos luz desde el momento de nuestra concepción, un conjunto único de células y genes en la Historia. Somos carne y hueso. No tenemos otra materia como soporte. Somos cuerpo. No es un mero envoltorio, sino que somos un organismo. Todo lo que experimentamos atraviesa nuestra corporalidad: los sentimientos, las emociones, los deseos y sueños, el alma… Por ello cuidar el cuerpo es posibilitar que estemos dispuestos para grandes cosas.

Cuidar el cuerpo supone, entre otras cosas, hacer deporte. En nuestra sociedad de extremismos cada vez hay menos hueco para el equilibrio, el matiz. Si uno se asoma a una de tantas plazas, playas o gimnasios, es claro que nos dirigimos hacia dos tipos de físicos: el sobrepeso y el cuidado exagerado del cuerpo. O infravaloramos nuestro cuerpo o lo tratamos como mero embalaje con otros fines. No es una cuestión de imagen solamente sino del olvido de lo importante en nuestros días.

El deporte es penicilina ante la anestesia de la comodidad. Es divertido, con él se disfruta como en pocas experiencias de la vida. Nos permite conocernos, experimentar novedad en nosotros mismos y ponderar qué somos físicamente. Permite jugar, medirse con los propios límites, reírse y agotarse. Es un lenguaje universal que une y acerca. Da igual el rincón del planeta en el que te encuentres porque allí harán algún deporte. Es una herramienta para educar y generar paz en la sociedad. Nos habla de la honestidad y del esfuerzo. De aceptar lo que somos de bueno y de limitado. De dar un paso más entregando lo que somos. Si es en equipo, sacrificarse es imprescindible para el bien del conjunto. El deporte enseña que vaciarse es imprescindible para lograr llegar a la meta.

Hacer deporte no es un fin ni es obligatorio. Es una sugerencia de nuestro cuerpo. Hemos sido creados para caminar no para estar sentados. Es posible discurrir por la vida en las mejores condiciones posibles para bien nuestro y de los demás, y eso incluye también al cuerpo.

Por eso este año quizás salgas a hacer deporte. Solo hay que ponerse las zapatillas y nunca sabes cuándo la vida te dejará jugar por última vez el partido.