Es un clásico. Con la llegada de septiembre comenzamos a luchar contra lo inevitable: la vuelta al cole. Madrugar, ir a clase, los deberes… Hasta a los que ya debiéramos estar más acostumbrados por tener algún septiembre a la espalda ya, se nos hace cuesta arriba. Pero, aunque este mes en el que estamos no sea el más popular, no seamos pesimistas, porque también tiene sus momentos buenos, aunque a veces pasen ante nosotros sin que los advirtamos.

Y uno de esos momentos podemos verlo en el mismo patio del colegio, donde los pequeñajos, esos locos bajitos, los que no tienen redes –o al menos, no deberían– vuelven a encontrarse con sus amigos, de los que no han podido seguir sus andanzas. Y es casi milagroso ver cómo la amistad no ha mermado. No ha transcurrido tiempo entre junio y septiembre. Inmediatamente se ponen a jugar, a compartir, a disfrutar. Sin más preámbulos.

También nosotros podemos estar teniendo esa experiencia. Compañeros de clase, en la facultad o de trabajo, amigos de la ciudad en la que estudiamos o trabajamos, a los que no hemos visto mucho durante el verano, pero que al reencontrarnos con ellos sentimos que no ha pasado el tiempo. Ahí siguen la complicidad, la confianza y el cariño mutuos. No solo alimentados por los recuerdos pasados, sino fortalecidos por el interés en el otro, el saberse cerca a pesar de la distancia. ¿Cómo es posible que, tras meses sin verte con esa persona, sientes que la amistad ha crecido? La amistad tiene esa parte de misterio que no entendemos.

Aprovecha estas semanas para que los reencuentros no sean simples anécdotas, para poder disfrutar de la amistad que se renueva. Y si lo que te toca son despedidas –otro clásico de septiembre–, deja que esos amigos vuelvan a su lugar de estudios, de trabajo, piensa en que los has visto, has estado con ellos, habéis compartido unos días, has visto que los vínculos siguen creciendo... Y que queda menos para la siguiente.