Hace poco más de un año, con eso de «vida no hay más que una» grabado a fuego en mi mente por circunstancias de la vida, comencé a darle un giro a la visión que tenía de esta. Ahora, además, me atrevo a hacerle una añadidura. Y es que los anuncios de Aquarius tenían razón: la vida es maravillosa.

Es probable que, quien me lea piense que se trata de una muletilla más. Una frase simplona de autoayuda para convencernos de que es menos mala de lo que en realidad es. La vida es dura porque es real. Porque pueden darse desgracias y no existe el despertador que nos aleje de ellas. Pero siempre, siempre, existen oportunidades y guiños que nos salvan de morir estando vivos. Y he venido para demostrarlo.

Hace años, un amigo de estos con vocación tatuada en las paredes de los vasos sanguíneos, decidió hacer la carrera de Derecho y dedicarse en cuerpo y alma a aquello que por entonces creía que era su futuro. Un máster después y meses de trabajo, se da cuenta de que algo no funciona, así que aprovecha un guiño que le hace la vida y se lanza a la aventura al otro lado del charco: se va a Estados Unidos, siendo previamente admitido para hacer un máster de español en la Universidad de Alabama. Durante todo el intenso camino, con cambios personales, la enfermedad de un hermano y luchando por un noviazgo de los de amor a raudales (de esas luchas que siempre valen la pena), encuentra la esencia de lo que es vivir para él, trabajando en otro país en algo completamente inesperado. A pesar de tener unas pautas marcadas al inicio, habiéndose podido quedar en el camino establecido, con la comodidad y la tranquilidad que al principio se le ofrecía, decidió apostar.

Porque ese guiño lo cambió todo. A partir de ese guiño supo lo que era vivir de verdad.

Hubo momentos de incertidumbre. De pausa y de tristeza. Hubo un momento, antes de saber si eso era o no una auténtica oportunidad o tal vez un espejismo, de esos de encontrarte solo en medio de tu vida, dependiendo de una decisión incierta. Pero hubo decisión, confianza, amor e inteligencia.

Porque la vida de cada cual es absolutamente diferente. Porque hay circunstancias en las que decidir sea algo más complicado. Porque no digo que todos tengamos las agallas de mi amigo para saltar sin saber la distancia hasta el suelo. Pero, si siempre he creído que Dios nos pone a las personas en el camino, también creo que nos grita en silencio cuando ha dejado una oportunidad para nosotros para vivir en plenitud. Así que abrir los ojos es nuestra responsabilidad. Como humanos, como creyentes. Como personas que hemos venido al mundo para cambiarlo.