Los de cierta generación seguimos soñando con la puerta mágica de Doraemon, el gato cósmico. Era un invento genial que te permitía viajar a cualquier parte del universo con solo abrirla. Imagina que estás en medio de una discusión desagradable, de un momento incómodo, de alguna situación de peligro… Sólo tendrías que abrir la puerta y aparecerías allí donde tú quisieras. La puerta mágica de Doraemon sería el mejor modo de huir, el más eficaz.

Huir no suele ser agradable. Aunque es algo que hacemos para nuestro bien, en principio. Huimos de lo malo para ir a algo mejor, pero es verdad que no siempre huimos de algo malo. A veces solo de algo que nos incomoda. O de una realidad que no queremos afrontar, por pereza, por vergüenza, por una herida… A veces llegamos a huir de lo bueno, porque el cambio nos da miedo. Incluso a veces estamos huyendo, deseando estar en otro sitio sin saber siquiera de qué huimos, por qué queremos salir de donde estamos.

Esto último es lo que me planteo cuando hablamos de legalizar la marihuana, o cualquier otra sustancia, con fines recreativos. ¿Por qué necesitamos abandonar la realidad para divertirnos? ¿Tanto nos pesa? ¿Tan insoportable se nos hace nuestra vida que necesitamos caer en otro mundo? La huida siempre tiene un motivo, pero en este tema creo que estas preguntas ni siquiera están sobre la mesa. Pesa más nuestro de deseo de tener todas las puertas abiertas, de que cualquier destino esté al alcance de nuestra mano, como si por fin ese deseo de infancia de la puerta mágica fuera realidad. Negamos que estamos huyendo, en definitiva.

Nos negamos a ver el consumo como una huida porque nos evita afrontar preguntar cómo, ¿por qué lo hago? ¿de qué huyo? Nos decimos que consumimos para relajarnos, a veces para tener una experiencia más, a veces porque los amigos lo hacen… Sin ser conscientes de que abrir puertas sin saber adónde vamos es un riesgo enorme. Abrirnos vías para huir sin saber si lo que nos espera al final es muy peligroso.

Este no es un tema de libertad que crece, salvo que nuestra mirada sea estrecha y a corto plazo (podemos hacer más cosas). A largo plazo sabemos que conduce a la adicción, el daño a la salud mental, la huida de nuestra realidad, la única que tenemos. Y eso disminuye nuestra libertad, disminuye lo que podemos hacer. Porque solo podemos ser y hacer en esta realidad, no en ningún mundo más que se nos prometa. Solo somos libres aquí y ahora.