Imagínate la escena: llegas el lunes a la oficina y el número de la lotería de Navidad de tu departamento, que no compraste, le ha tocado a la mitad de la oficina. No quieres ni pensar la cara de tonto que se te queda. Con esta excusa compramos el de la oficina, el del bar, el de los amigos, el de las amigas… Imagínate que toca. Si lo pensamos un poco, creo que no es una cuestión de que toque el número o no, simplemente lo hacemos por muchas razones: porque siempre se hace, por si toca, porque forma parte de las tradiciones de estas fechas y cómo no voy a jugar el número de los amigos. Imagínate que nos toca.

Muchas veces me he preguntado qué haría si me tocara la lotería. Me compraría un coche, una casa, invitaría a los amigos a un buen viaje; bueno, dependiendo de lo que me toque. Imagino que todos alguna que otra vez hemos pensado estas cosas. Y creo que es bueno soñar con una vida mejor. El dinero no da la felicidad pero tener la hipoteca pagada es mejor que tener deudas. Defender lo contrario es un poco absurdo, pero quizás hay otros elementos en los que sí podemos detenernos.

Para mí sí hay un problema cuando el deseo no es que algún aspecto de tu vida mejore, sino cambiar de vida. Sin hablar de aquellos que lo necesitan, me refiero al estar continuamente soñando estar viviendo otra vida, levantarme en otro lugar y que todo sea diferente. La lotería, y muchas veces las redes sociales, nos hacen pensar que otra vida puede ser signo de felicidad. Quizás es un buen momento para poner en valor todo lo que tenemos, no lo que nos puede tocar o lo que tienen otros, lo que ya tenemos. Darnos cuenta de que alguna cosa nos puede venir bien, pero que lo más importante de nuestras vidas probablemente lo tengamos a nuestro lado, y que por mucho dinero que entre en la cuenta, eso no va a cambiar. Porque las mayores alegrías y las mayores penas no van a ser distintas.

Ilusiónate por mejorar cada día la vida. Ojalá sepas darte cuenta de que cada día nos tocan muchas loterías, de las que no se compran en doña Manolita. Y si juegas (con un poco de responsabilidad) algún décimo, que la suerte te acompañe.